Entrevista con Amparo Hurtado. Por «Revista Ñ» – Clarin.com

La española Amparo Hurtado Albir es traductóloga y catedrática de la Universitat Autònoma de Barcelona. Es un referente obligado de la teoría de la traducción y de la formación universitaria de los profesionales de la lenguas. Estuvo de visita en Buenos Aires y participó como invitada especial del V Congreso Latinoamericano de Traducción e Interpretación organizado por el Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires.

En esta entrevista, realizada durante el Congreso, cuenta cómo surgió la traductología y cuáles son las diferentes instancias de la traducción. Destaca la importancia de la revisión y las posibilidades que tiene el traductor de ser creativo en su trabajo. También explica por qué un texto traducido puede envejecer del mismo modo que el texto original y subraya que cada traductor necesita un diseño curricular personal.

¿Cómo se vinculó usted a la traducción y a la traductología en particular?

Yo estudié Filología Moderna en la Universidad de Valencia, donde presenté una tesina sobre «Literatura e ideología»; también realicé una Maîtrise en Sociología de la literatura en la Universidad de París VIII y tenía pensado realizar una tesis doctoral en esta línea. Mi orientación era, pues, filológica. Sin embargo, en el año 1978 se me propuso una plaza de profesora de traducción francés-español en la antigua Escuela Universitaria de Traductores e Intérpretes de la Universitat Autònoma de Barcelona (el primer centro de formación de traductores e intérpretes de España). Mi orientación cambió radicalmente: descubrí la traducción y los problemas que generaba su enseñanza, empecé a traducir y, en pocos meses, decidí cambiar mi tesis doctoral y dirigirla a la traducción. Posteriormente, me enteré que en la ESIT de la Universidad de París III había un doctorado en Science de l’Interprétation et de la traduction. Gracias a una beca pude realizarlo y presentar mi tesis doctoral sobre La notion de fidélité en traduction (français-espagnol) en 1986.

¿Cuándo surgió la traductología, en qué momento comenzó a reflexionarse sobre la tarea de traducir a nivel de investigación académica?

Existe una larga historia de reflexión sobre la traducción, que en Occidente se inicia con Cicerón (46 a.C.) y que tiene grandes hitos como son los textos de San Jerónimo, Lutero, Dolet, Dryden, Tytler, Schleiermacher, Benjamin, Ortega y Gasset, etc. Sin embargo, sólo en los inicios de la segunda mitad del siglo XX, y coincidiendo con la gran eclosión del mundo de la traducción, surgen los primeros estudios que reivindican un análisis más descriptivo, explicativo y sistemático de la traducción: Fedorov (1953), Vinay y Darbelnet (1958), Mounin (1963), etc. A partir de este momento, los estudios no dejan de crecer y, poco a poco, se van incorporando nuevos aspectos en la investigación (el proceso cognitivo, los aspectos textuales, el papel del contexto, la necesidad de incorporar métodos cuantitativos a la investigación, etc.). Podemos decir, que a partir de los años 80 la Traductología queda ya consolidada como disciplina propia.

Usted distingue distintos enfoques sobre la traductología. Podría explicarnos cada uno de ellos: lingüísticos, textuales, cognitivos, comunicativos, filosóficos….

Los enfoques lingüísticos se centran únicamente en la descripción y comparación de lenguas. Los enfoques textuales incorporan las aportaciones de la lingüística del texto y del análisis del discurso y orientan sus análisis a la descripción y comparación de textos, así como a las tipologías textuales. Los enfoques cognitivos se centran en el análisis de los procesos mentales que efectúa el traductor y en el estudio de la competencia traductora. Los enfoques comunicativos y socioculturales hacen hincapié en la función comunicativa de la traducción, consideran los elementos contextuales que la rodean, e inciden en los aspectos culturales y la recepción de la traducción. Los enfoques filosóficos y hermenéuticos representan la rama más especulativa de la disciplina e inciden en la dimensión hermenéutica de la traducción, en aspectos filosóficos relacionados con ella, etc. Afortunadamente, hoy día contamos ya con una rica y diversa herencia teórica. Cada enfoque aporta su grano de arena a la comprensión de ese prisma tan complejo que es la traducción y da prioridad a una de sus caras (los aspectos textuales, los cognitivos, los socioculturales, etc.). Por eso yo propugno un enfoque integrador de la Traductología que permita dar cuenta de la complejidad de la traducción, integrando la investigación de los diversos enfoques (en especial, de los enfoques textuales, comunicativos y socioculturales, y cognitivos).

Sabemos que la traducción lleva procesos previos y posteriores al hecho mismo de traducir. ¿En qué consisten?

En efecto, el proceso traductor se desarrolla en varias fases. Delisle (1993) lo expresa muy gráficamente cuando define las etapas del método de trabajo del traductor con tres palabras: Antes, Durante y Después. Hoy en día, podemos estudiar esas fases no sólo mediante la observación directa sino también gracias a programas informáticos que permiten grabar la actuación del traductor mientras traduce (Translog, Proxy, Camtasia). Se pone así de relieve que existen tres grandes fases, que en el grupo PACTE (Proceso de Adquisición de la Competencia Traductora y Evaluación) (basándonos en Jakobsen 2002) denominamos Orientación (lectura, detección de problemas, búsqueda de información, etc.), Desarrollo (la traducción propiamente dicha) y Revisión.

Uno de estos puntos es el de la revisión. Hay quienes aseguran que es más importante que el momento de la traducción. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Cualquier traductor profesional es consciente de la importancia de la fase de revisión, en la que se verifica la claridad de las ideas expuestas, la corrección ortográfica, léxica, morfosintáctica y estilística, los aspectos formales, las cifras, etc. Es una fase importantísima, pero es difícil decir si es la más importante ya que cada fase cumple su función. Los datos obtenidos en la investigación experimental del grupo PACTE sobre la Competencia traductora ponen de relieve que el grueso del tiempo de todo el proceso se concentra en la fase de desarrollo (más del 70%).

¿Cuándo se comenzó a dar importancia a la revisión de la traducción?

Obviamente, desde el punto de vista de la práctica profesional es difícil saberlo. En lo que se refiere a la teoría, Delisle, en L’Analyse du discours comme méthode de traduction (1980), expone que la característica diferencial del proceso traductor en traducción escrita respecto al de la traducción oral es la fase que denomina Verificación: un análisis justificativo de las soluciones provisionales propuestas, y que, según este autor, supone una segunda interpretación por parte del traductor. Sería interesante plantearse en qué medida el uso de las nuevas tecnologías en general y de los tratamientos de textos en particular le permiten al traductor una distribución diferente de las fases de trabajo.

¿Cuánto de creatividad se le permite a un traductor frente al texto fuente?

La Traductología moderna, al definir el carácter interpretativo del proceso traductor, reivindica su papel activo en el proceso, su visibilidad como dice Venuti (1995). En este sentido, el traductor siempre es un creador. Lo que sucede es que los niveles de creatividad varían y dependen siempre del género textual que se traduce (literario, técnico, etc.).

¿Cuál es la diferencia entre equivalencia traductora y la fidelidad al texto?

La noción de fidelidad es la noción clave en el debate en torno a la traducción, desde que Horacio la introdujo: Nec verbum verbo curabis reddere fidus interpres (Epistola ad Pisones, 13 a.C.). Sin embargo, es un concepto ambiguo, que admite diversas interpretaciones a lo largo de la historia. Con la aparición de las teorías modernas dicha noción se va desplazando del debate teórico ya que van surgiendo otras nociones que le dotan de mayor contenido y sirven para describir y explicar mejor la traducción: equivalencia traductora, invariable traductora, método traductor, técnica de traducción, etc. De todas ellas, la equivalencia traductora (que se introduce en Traductología a finales de los años 50) es la noción clave, ya que define las características del vínculo entre la traducción y el texto original; cabe señalar, además, que el propio término «equivalente» implica que no existe identidad, no sujeción al texto original.

¿Las traducciones caducan? Es decir, ¿la traducción de un texto responde a una época en particular? ¿Después de un tiempo debe ser nuevamente traducida para adaptarse a los tiempos?

La propia historia de la traducción pone de relieve que se produce un fenómeno de retraducción según las épocas. Las traducciones envejecen y, para seguir cumpliendo con su función comunicativa, se efectúan nuevas traducciones para acercarlas a los lectores. De este modo, un mismo texto original puede ser traducido de diferentes maneras según la época en que se traduzca; es lo que yo denomino diferencias históricas, que pueden afectar a aspectos lingüísticos pero también a aspectos estéticos e incluso ideológicos. Ahora bien, conviene tener presente que esta variación histórica no atañe sólo a la traducción. El texto original también sufre adaptaciones, lingüísticas y extralingüísticas, para ser accesible a los lectores (pensemos, por ejemplo, en las sucesivas ediciones de El Quijote). Se produce, pues, un fenómeno de traducción interna. Se trata, en definitiva, de una característica general de los textos escritos, derivada de la falta de sincronía entre el momento de la escritura y el de la lectura.

¿Cómo inciden las cuestiones de género en el trabajo del traductor? ¿Debe operar libremente más allá del texto fuente?

Los estudios de género han tenido su influencia también en la Traductología a partir de mediados de los años ochenta. Los temas tratados son de diversa índole: crítica de metáforas sexuadas y sexistas utilizadas en torno a la traducción (el propio término fidelidad, las bellas infieles, la violación del texto original, etc.); análisis de huellas sexistas en las traducciones; revisiones de traducciones de textos escritos por mujeres; papel de las traductoras en la historia de la traducción; etc. Algunas autoras (Lotbinière-Harwood 1991, Von Flotow 1991, etc.) proponen una traducción en femenino, relacionada con la escritura en femenino, que requiere usar prácticas intervencionistas al traducir. Obviamente, es una cuestión que supone una decisión individual de cada traductor/a.

¿Qué implica la idea de que la traducción es un acto de comunicación?

Implica tener presente que la traducción se efectúa siempre en un contexto determinado, con sus condicionantes históricos, culturales, económicos, ideológicos y políticos. Comporta también pensar siempre en el destinatario de la traducción y la finalidad que ésta persigue.

¿Cuál es la formación ideal del traductor?

La formación de traductores depende siempre de cada contexto geopolítico, de las necesidades de cada mercado de trabajo y de las peculiaridades de cada sistema educativo. Es difícil, pues, hablar de «formación ideal». En todo caso, ha de ser siempre una formación específica, capaz de responder a la especificidad del perfil profesional de la traducción. En este sentido, lo importante es que la formación incluya las materias necesarias para desarrollar las competencias propias que se requieren del traductor: traducción directa e inversa, traducción especializada (jurídica, técnica, científica, etc.), traducción de textos literarios, traducción audiovisual, localización, etc., así como formación en TICs aplicadas a la traducción. Cada situación concreta requerirá un diseño curricular adaptado a sus necesidades.

Entrevista extraída en:  http://edant.revistaenie.clarin.com/notas/2010/05/19/_-02197474.htm

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